BLOG SAGA CREPUSCULO

12/8/09

Capitulos eliminados de CREPUSCULO

sig en leer ma.....

Fragmentos eliminados de Crepúsculo

Nota de Stephenie:
Esta escena fue cortada del capítulo 11 “Complicaciones”. No quería borrarlo, pero no supe encontrar alguna excusa para que se quedara, así que lo dejé ir. Cuando fue muy tarde para ponerlo de vuelta, finalmente me di cuenta qué era lo que me preocupaba. Me refiero a la torpeza de Bella en el gimnasio muchas veces, y nunca la mostré en acción. Esta era la vez en que Edward estaba “mirando”, y era el lugar natural para mostrar esa torpeza. Jaja— ¡y ahora mi explicación es casi tan larga como el capítulo eliminado!



Badminton

Entré al gimnasio, mareada y tambaleándome un poco. Fui al vestuario, cambiándome como en una especie de trance, apenas consciente que habían otras personas a mi alrededor. En realidad, no me di cuenta del todo hasta que tuve una raqueta en la mano. No era pesada, pero no se sentía muy segura en mi mano. Pude ver a algunos de los chicos de mi clase esquivándome la mirada. El entrenador Clapp nos ordenó que formáramos parejas.
Afortunadamente, todavía quedaban algunos signos de caballerosidad en Mike; se acercó a mí.
—¿Quieres ser mi pareja? — preguntó animado.
—Gracias, Mike—no tienes que hacer esto, tú lo sabes – hice una mueca.
—No te preocupes, me mantendré fuera de tu camino – sonrío abiertamente.
Algunas veces era muy fácil ser cariñosa con Mike.
Fui suave. Trate de dejarle el camino libre a Mike para que así él pudiera mantener al birdie en juego, pero el entrenador Clapp le ordenó que se quedara en su lado de la cancha para que yo pudiera participar. El se quedó mirando, para ver que sus palabras fueran cumplidas.
Con un suspiro, di un paso más hacia el centro de la cancha, sosteniendo la raqueta derecha pero con cautela. La chica del otro equipo se mofó maliciosamente mientras servía, debo haberla lastimado durante las clases de basketball, lanzándola unos pocos pasos después de la malla, directamente hacia mí. Desgraciadamente, salté hacia adelante, apuntando mi swing en la dirección del pequeño parásito de goma, pero olvidé tomar en cuenta la malla. Mi raqueta rebotó en la malla con sorprendente fuerza, soltándose de mi mano, chocando con mi frente antes de darle un golpe a Mike en el hombro, quien corría directo al birdie que había perdido completamente.
El entrenador Clapp tosió, disimulando una risa.
—Perdón, Newton – masculló, hizo una seña para que nos alejáramos y volviéramos a nuestras posiciones, posiciones menos peligrosas.
—¿Estás bien? – preguntó Mike, masajeándose su hombro al momento que yo me frotaba mi frente.
—Sí, ¿y tú? – pregunté cortésmente mientras recuperaba mi arma.
—Creo que sobreviviré – movió su brazo en círculos, asegurándose si aún podía moverlo completamente.
—Me voy a quedar aquí atrás – caminé a la esquina de atrás de la cancha, sosteniendo mi raqueta cuidadosamente detrás de mi espalda.

Nota de Stephenie: Van a reconocer algunos pedazos de este capítulo. Sobrevivieron pequeñas partes y fueron combinadas con lo que es ahora el capítulo 20, “Impaciencia”. Este capítulo baja el paso de la parte de la caza de la historia, pero sentí que corté mucho de la personalidad de Alice cuando lo sacrifiqué.

De compras con Alice

El auto era suave, negro y poderoso; sus ventanas eran completamente negras. El motor ronroneó como un gran gato mientras acelerábamos y nos internábamos en la noche.
Jasper manejaba con una mano, parecía que lo hacía sin la debida atención, pero el auto volaba hacia adelante con perfecta precisión.
Alice se sentó conmigo en los asientos traseros de cuero negro. De alguna manera, durante la larga noche, mi cabeza terminó en su cuello de granito, sus fríos brazos envolviéndome, su mejilla presionada en la parte superior de mi cabeza. La parte delantera de su delgada polera de algodón estaba fría, húmeda por mis lágrimas. Ahora y antes, si me respiración empezaba a aumentar, ella murmuraba dulcemente; en su rápida y alta voz, los estímulos sonaban como si los estuviera cantando. Para mantenerme calmada, me enfoqué en el tacto de su fría piel; se sentía como una conexión psíquica con Edward.
Ambos me habían asegurado (cuando me di cuenta, el pánico ya me estaba remordiendo la conciencia, todas mis cosas seguían en mi camioneta) que dejar todo atrás era necesario, algo que tenía que ver con mi aroma. Me dijeron que no me preocupara por mi ropa o el dinero. Traté de confiar en ellos, haciendo un esfuerzo por ignorar lo incómoda que estaba en la tenida de Rosalie. Era una cosa trivial para pensar.
Jasper nunca manejó el poderoso auto bajo los ciento veinte kilómetros por hora en las lisas carreteras. Parecía completamente inconsciente de los límites de velocidad, pero nunca vimos un auto de policía.
Lo único que rompió la monotonía del manejo fueron dos paradas que hicimos para llenar el estanque con gasolina. Ociosamente, me di cuenta que Jasper entró a pagar con dinero efectivo ambas veces.
El amanecer empezó a salir cuando nos encontrábamos en alguna parte del norte de California. Miré con los ojos secos (ahora) y algo enrojecidos, como la gris luz cruzaba el cielo nublado. Estaba exhausta, pero el sueño me eludía, mi mente estaba demasiado llena de perturbantes imágenes como para relajarme en la inconsciencia. La expresión de dolor de Charlie; el brutal gruñido de Edward, con dientes incluidos; la penetrante mirada del cazador; la triste expresión de Laurent; la mirada de muerto en los ojos de Edward después que me besara por última vez, se deslizaban como diapositivas frente a mis ojos, mis sentimientos alternaban entre el terror y la desesperación.
En Sacramento, Alice quería que Jasper se detuviera para conseguir comida para mí. Pero yo negué con la cabeza cansinamente, y le dije que siguiera conduciendo.
Unas horas después, en un suburbio fuera de L.A, Alice le habló suavemente de nuevo, y salió de la autopista a pesar de mis protestas. Un gran centro comercial era visible desde la autopista, Jasper condujo hasta allí, estacionándose en un lugar desocupado en el estacionamiento subterráneo.
—Quédate en el auto – le dijo ella a Jasper.
—¿Estás segura? – sonó aprensivo.
—No veo a nadie aquí – contestó.
Él cabeceó asintiendo.
Alice tomó mi mano y me sacó del auto. Ella sostenía mi mano, cuidando que me quedara a su lado mientras caminábamos por el oscuro estacionamiento. Fue bordeando el estacionamiento, manteniéndose en las sombras. Me di cuenta como su piel parecía brillar con la luz que se reflejaba en la acera. El centro comercial estaba lleno, muchos grupos de compradores se paseaban y algunos daban vueltas sus cabezas para vernos pasar.
Siempre manteniéndonos alejadas de la luz del sol, caminamos bajo un puente que conectaba el nivel superior del estacionamiento con el segundo piso de los grandes almacenes.
Una vez que estuvimos dentro, bajo las luces del centro comercial, los rasgos de Alice se suavizaron--- ahora parecía una simple chica muy pálida, pero con ojeras y pelo negro en punta. Estaba segura que los círculos bajo mis ojos, eran más evidentes que los de ella. Aun así captamos la atención de cualquiera que echaba un vistazo. Me preguntaba qué creían ellos que estaban viendo. La delicada bailarina Alice, con su impresionante cara de ángel, vestida con ligeras telas pálidas que no minimizaban su blancura. Me llevaba de la mano mientras me guiaba, yo caminaba arrastrando los pies con cansancio, aún vestida con la torpe pero costosa ropa. Mi pelo caía ondulado y enredado por mi espalda.
Alice me guió infaliblemente al patio de comida.
—¿Qué quieres comer?
El olor de la grasosa comida rápida revolvió mi estomago. Pero los ojos de Alice daban a entender que no conseguiría persuadirla. Le pregunté sin entusiasmo por pavo.
—¿Puedo ir al baño? – pregunté mientras nos colocábamos al final de la fila.
—Bueno - Y cambió de dirección, nunca soltando mi mano.
—Puedo ir sola—.
La atmosfera general de compras del lugar me hizo sentir más normal de lo que me había sentido desde nuestro desastroso juego la noche anterior.
—Perdón, Bella, pero Edward va a leer mi mente cuando llegue aquí, y si ve que te dejé sola por un minuto…— se detuvo, indispuesta a contemplar las horribles consecuencias.
Finalmente terminó esperándome afuera del lleno baño. Lavé mis manos y mi cara lo mejor que pude, ignorando las asustadas miradas de las mujeres a mí alrededor. Traté de peinar mi cabello con mis dedos, pero me di por vencida rápidamente. Cuando salí, Alice me tomó nuevamente de la mano y caminamos lentamente a la línea de la comida. Yo me iba casi arrastrando, pero ella no parecía impaciente conmigo.
Me miró comer lentamente primero, y luego rápido mientras mi apetito regresaba. Vacíe la bebida rápidamente, mientras ella se iba por un momento, nunca apartando sus ojos de mi persona, para ir a buscar otra.
—Definitivamente es más conveniente los alimentos que tú comes – comentó cuando terminé – pero no se ve muy divertido.
—Me imagino que cazar es más emocionante.
—No tienes idea —. Mostró una amplia sonrisa de dientes brillantes y varias personas se dieron vuelta en nuestra dirección.
Después de tirar nuestra basura, me condujo por los amplios pasillos del centro comercial. Sus ojos brillaban de vez en cuando veía algo que quería, llevándome con ella en cada parada.
Se detuvo un momento en una costosa boutique para comprar tres pares de lentes de sol, dos de mujer y uno de hombre. Me di cuenta de la nueva expresión del vendedor cuando ella le pasó una desconocida tarjeta (desconocida para mí) de crédito con líneas doradas cruzándola. Encontró también una tienda de accesorios, donde compró un cepillo de pelo y bandas de goma1.
Pero ella realmente no fue al grano hasta que me remolcó al tipo de tienda que nunca iba sólo porque el precio de un par de calcetines estaba fuera de mi límite de dinero.
—Eres como talla dos—. Era una declaración, no una pregunta.
Me usó como burro de carga, llenándome con una asombrosa cantidad de ropa.
De vez en cuando la veía escoger tallas XS cuando elegía cosas para ella. Toda la ropa que escogió para ella estaba hecha de materiales livianos, pero suficientemente larga para llegar al piso, diseñada para cubrir lo máximo de piel posible. Una gran montaña de ropa con un sombrero negro coronándola, rebosaba en la caja.
La vendedora tuvo una reacción similar a la inusual tarjeta de crédito, volviéndose más servicial, y llamando a Alice “señorita”, aunque el nombre que ella dijo era desconocido para mí. Una vez que estuvimos fuera de la tienda, cargadas con bolsas, de las cuales ella llevaba la mayoría, le pregunté por eso.
—¿Cómo te llamó?—Esa tarjeta de crédito dice Rachel Lee. Vamos a ser muy cuidadosos en no dejar ninguna clase de pista para el cazador. Vamos a cambiarte.
Pensé en eso mientras ella me guiaba de vuelta a los baños públicos, empujándome dentro de una cabina para minusválidos para que así tuviera espacio para moverme. Escuché como buscaba en las bolsas, finalmente me pasó un vestido de algodón celeste por debajo de la puerta. Agradecidamente me quité los largos y apretados jeans de Rosalie, y dando un tirón de la blusa que tenía puesta, la cual no coincidía con mi figura para nada, la arrojé de vuelta por debajo de la puerta. Me sorprendió cuando me paso un par de suaves sandalias de cuero por debajo de la puerta, ¿cuándo las consiguió? El vestido me quedaba increíblemente bien, el largo corte provocaba que flotara a mi alrededor.
Cuando salí de la cabina, me di cuenta que estaba botando toda la ropa de Rosalie a la basura.—Guarda tus zapatillas – dijo. Las puse en la parte superior dentro de una de las bolsas.
Nos dirigimos de vuelta al estacionamiento. Alice se veía menos ahora; estaba tan cubierta por bolsas que su piel era apenas visible.
Jasper estaba esperando. Se deslizó fuera del auto al aproximarnos, el maletero estaba abierto. Como el llegó primero por mis bolsas le dio a Alice una mirada sarcástica.
—Sabía que debería haber ido – murmuró.
—Sí – coincidió, - te hubieran amado en el baño de mujeres-. Él no respondió.
Alice rápidamente cavó en las bolsas antes de ponerlas dentro del maletero. Le pasó a Jasper un par de lentes de sol, poniéndose un par ella misma. Me pasó un tercer par, y el cepillo de pelo. Y sacó una larga y delgada camisa, negra transparente, poniéndosela arriba de su polera, dejándola abierta. Finalmente se puso el sombrero de paja. En ella, el improvisado vestuario parecía salido de una revista de modas. Agarró otro puñado de ropa y enrollándolo formó una bola, abrió la puerta trasera e hizo una almohada en el asiento.
—Ahora necesitas dormir – ordenó firmemente. Avancé lenta y obedientemente al asiento, descansando mi cabeza de una vez, rizándose mi cabello a mi lado. Estaba casi durmiendo cuando el auto ronroneó de vuelta a la vida.
—No debiste conseguirme todas esas cosas – mascullé.
—No te preocupes por eso, Bella. Duerme – su voz era tranquilizadora.
—Gracias – inspiré y me sumí en un sueño incómodo.
El dolor de la posición en la que dormía hizo que me despertara. Aún seguía exhausta, pero de pronto me puse nerviosa por acordarme dónde estaba. Me senté para ver el Valle del Sol colocado justo frente a mí; la larga extensión plana de tejados, palmeras, autopistas, smog y piscinas, abrazados por los cantos rocosos que nosotros llamábamos montañas. Estaba sorprendida de no sentir el relieve, solo sentía una fastidiosa añoranza del goteo del cielo y los verdes campos del lugar que significaba Edward para mí. Sacudí mi cabeza tratando de apartarme del borde de la desesperación que amenazó con abrumarme.
Jasper y Alice estaban hablando; estaba segura que sabían estaba despierta de nuevo, pero ellos no dieron señal de que se hubieran dado cuenta. Sus rápidas y suaves voces, una baja y otra alta, se tejían musicalmente a mi alrededor. Determiné que estaban discutiendo dónde quedarnos.
—Bella – Alice se dirigió a mí casualmente como si ya fuera parte de la conversación - ¿cuál es el camino al aeropuerto?
—Quédate en la I-10 – dije automáticamente. – Pasaremos directamente por ella.
Por un momento pensé que mi cerebro seguía brumoso por el sueño.
—¿Vamos a volar a alguna parte? – pregunté
—No, pero es mejor estar cerca por si acaso – sacó su celular y aparentemente llamó a informaciones. Habló más lento de lo usual, preguntando por hoteles cercanos al aeropuerto. Estando de acuerdo con una sugerencia pausó mientras seguía conectada. Hizo reservaciones por una semana a nombre de Christian Bower, recitando a toda prisa el número de una tarjeta de crédito sin siquiera mirarla una vez. La escuché repitiendo direcciones que el operador le daba por su bien; estoy segura que no hubiera necesitado ayuda con su memoria.
Al ver el teléfono me acordé de mis responsabilidades.
—Alice – dijo cuando terminó. – Necesito llamar a mi papá – mi voz era moderada. Me pasó el teléfono.
Era tarde; esperaba que estuviera en el trabajo, pero me contestó al primer ring. Me abatí imaginándome su cara ansiosa por el teléfono.
—¿Papá? – dije vacilante.
—¡Bella! ¿dónde estás, cariño? – un fuerte alivio recorrió su voz.
—Estoy en camino – no necesitaba decirle que había dicho un viaje de tres días de manejo en una noche.
—Bella, tienes que volver –
—Necesito ir a casa –
—Cariño, hablemos de esto. No necesitas irte solo por un chico – me pude dar cuenta que estaba siendo bastante cauteloso.
—Papá, dame una semana. Necesito pensar las cosas que han sucedido, y luego decidiré si voy a volver. Esto no tiene nada que ver contigo, ¿bueno? – mi voz tembló ligeramente – te quiero, papi. Lo que sea que decida, te veo pronto, lo prometo -.
—Bueno, Bella – su voz sonó resignada – llámame cuando llegues a Phoenix –
—Te llamaré desde casa, Papá. Adiós –
—Adiós, Bells – vaciló antes de colgar.
Mientras le devolvía el celular a Alice pensé que finalmente estaba de nuevo en buenos ámbitos con Charlie. Ella mi miraba cautelosamente, quizás esperando por otro momento de interrupción emocional. Pero estaba demasiado cansada.
La familiar ciudad pasó volando por mi oscura ventana. No había mucho tráfico. Hicimos nuestro camino rápido a través del centro y luego haciendo un giro alrededor del lado norte de Sky Harbor International, convirtiéndose el sur en Tempe. Justo al otro lado del seco Salt River, más o menos a una milla del aeropuerto, Jasper salió al comando de Alice. Ella le dirigió fácilmente a través de las superficies de las calles a la entrada del aeropuerto Hilton.
Estuve pensando en el Motel 6, pero estaba segura que ellos no se preocuparían en nada de lo que concerniera con el dinero. Parecía que tenían una reserva infinita.
Nos estacionamos bajo una larga ramada y dos botones se movieron rápidamente a los lados del impresionante automóvil. Jasper y Alice salieron, pareciendo verdaderas estrellas de cine con sus negros anteojos. Yo salí fuera torpemente, tiesa por las largas horas en el auto, sintiéndome algo acogida. Jasper abrió el maletero, y el personal descargó rápidamente nuestras bolsas de compra en un carrito. Estaban muy bien entrenados para ofrecer alguna mirada de sorpresa a nuestra carencia de verdadero equipaje.
El auto estaba muy frío dentro de su oscuridad; saliendo a la tarde de Phoenix, incluso a la sombra era como si hubiera pegado con adhesivo mi cabeza en un juego de horno para asar. Por primera vez en ese día, me sentí en mi hogar.
Jasper cruzó de un tranco el vacío lobby. Alice se mantuvo cautelosa a mi lado, los botones nos seguían con impaciencia con nuestras cosas. Jasper se aproximó al escritorio con su aire inconsciente.
—Bower – fue todo lo que le dijo al recepcionista. Ella rápidamente procesó su información, dándole un diminuto vistazo al ídolo de cabello rubio parado frente a ella, traicionando su habilidad de “sutil” recepcionista.
Fuimos rápidamente conducidos a nuestra gran suite. Sabía que las dos habitaciones eran para mantener las apariencias. Los botones dejaron eficientemente nuestras bolsas mientras yo me sentaba débilmente en el sofá y Alice empezó a bailar examinando las otras habitaciones. Jasper les dio la mano a junto con una propina a ellos cuando se fueron, y la mirada que intercambiaron en su camino a la puerta era más que satisfecha; estaban eufóricos. Entonces nos quedamos solos.
Jasper fue a la ventana para cerrar bien las cortinas. Alice apareció y dejó un menú de servicio al cuarto en mi regazo.
—Ordena algo – me ordenó.
—Estoy bien – dije de manera aburrida.
Me dio una mirada sombría y me arrebató el menú. Murmurando algo sobre Edward tomó el teléfono.
—Alice, en verdad – empecé, pero su mirada me silenció. Puse mi cabeza bajo del brazo del sofá y cerré los ojos.
Un golpe en la puerta me despertó. Salté tan rápido que me deslice fuera del sofá directamente hacia el piso y golpee mi frente contra la mesita de café.
—Ow – dije, mareada frotando mi cabeza.
Escuché a Jasper reírse, y le miré para verlo tapándose la boca, tratando de ahogar su risa producto de mi entretenimiento. Alice abrió la puerta presionando sus labios fuertemente e intentando no curvar sus labios.
Me sonrojé y volví al sofá, agarrando mi cabeza con mis manos. Era mi comida; el olor de la carne roja, queso, ajo y papas se arremolinaron atractivamente a mi alrededor.
Alice movió el carrito hábilmente como si hubiera sido mesera por años, y colocó la bandeja en la mesa que estaba frente a mí.
—Necesitas proteínas – me explicó, quitando el plateado domo2 para revelar un gran filete y como decoración una escultura de papas. – Edward no va a estar feliz contigo si es que tu sangre huele a anemia cuando llegue aquí –. Estaba casi segura que estaba bromeando.
Ahora que pude oler la comida, tuve hambre de nuevo. Comí rápidamente, sintiendo como mi energía regresaba mientras los azúcares golpeaban mi corriente sanguíneo. Alice y Jasper me ignoraron mirando las noticas y conversando tan suave y bajo que no entendí ni una palabra.
Sonó un segundo golpe en la puerta. Salté de nuevo, evitando por poco otro accidente con la mitad vacía de la mesita del café.
—Bella, tienes que calmarte – dijo Jasper mientras Alice iba a abrir la puerta. Un miembro del staff del hotel le dio una pequeña mochila con el logo del hotel Hilton y se fue silenciosamente.
Alice lo trajo directamente a mí y me lo pasó. Lo abrí para encontrarme con un cepillo de dientes, pasta de dientes y todas las otras cosas necesarias que dejé en el auto. Saltaron lágrimas de mis ojos.
—Eres muy amable conmigo – miré a Alice y luego a Jasper quien estaba abrumado.
Me había dado cuenta que Jasper era el que usualmente tenía más cuidado en guardar distancia conmigo, así que me sorprendió cuando vino a mi lado y me puso una mano en el hombro.
—Eres parte del aquelarre ahora – bromeó mientras sonreía cálidamente.
De pronto, sentí un fuerte cansancio que se expandió por mi cuerpo; mis párpados eran de algún modo demasiado pesados para mantenerse abiertos.
—Muy sútil, Jasper – escuché decir a Alice con un tono sarcástico. Sus fríos brazos se deslizaron bajo mis rodillas y mi espalda. Me llevó a la cama, pero estaba durmiendo cuando finalmente llegué a ella.
Era temprano cuando desperté. Había dormido bien, no había soñado y ahora estaba más alerta de lo que estaba usualmente cuando me despertaba. Estaba oscuro, pero pude ver pequeños destellos azulados que pasaban bajo la puerta. Llegué al lado de la cama tratando de encontrar una lámpara en el velador. Una luz se prendió sobre mi cabeza, jadee, y Alice estaba arrodillada al lado de la cama, su mano se encontraba en la lámpara que estaba puesta sobre la cabecera.
—Perdón – dijo mientras yo caía de vuelta en la almohada aliviada. – Jasper tiene razón – continuó – necesitas relajarte.
—Bueno, no le digas eso a él – murmuré – si trata de relajarme más voy a quedar en coma -. Ella rió tontamente.
—Te diste cuenta, ¿eh?
—Si me hubiera pegado en la cabeza con un sartén hubiera sido menos obvio –
—Necesitas dormir – se encogió aún sonriendo.
—¡Lo que ahora necesito es una ducha! – me di cuenta que todavía tenía puesto el vestido celeste, que estaba todo arrugado como debía ser después de haber dormido con el. Mi boca tenía un sabor asqueroso.
—Creo que vas a tener una magulladura en tu frente – mencionó mientras me dirigía al baño.
Después de haberme limpiado me sentí mucho mejor. Me puse la ropa que Alice me dejó en la cama, una cazadora verde que parecía estar hecha de seda, y shorts de lino bronceado. Me sentí culpable que mis nuevas cosas fueran mucho más bonitas que las que dejé atrás.
Fue bueno poder hacer algo, finalmente, con mi pelo; el shampoo del hotel era de buena calidad y mi pelo se volvió brillante de nuevo. Se secó rápidamente gracias al secador del hotel. Tuve el presentimiento de que no haríamos mucho hoy. Inspeccioné cuidadosamente mi frente y me encontré con un moretón en ella. Fabuloso.
Cuando finalmente salí, la luz estaba alcanzando su punto máximo a través de los bordes de las gruesas cortinas. Alice y Jasper estaba sentados en el sofá, mirando pacientemente la televisión que estaba casi sin sonido. Había una nueva bandeja de comida en la mesa.
—Come – dijo Alice apuntando a la comida con firmeza.
Me senté obedientemente en el piso y comí sin siquiera darme cuenta qué ingería. No me gustó la expresión en ninguna de sus caras. Estaban muy calmados. Miraban la televisión sin siquiera prestarle atención aunque los comerciales estuvieran mostrándose. Empujé la bandeja alejándola de mí con mi estómago repentinamente incómodo. Alice miró hacia abajo, viendo con una mirada de reprobación la bandeja que aún estaba llena de comida.
—¿Pasa algo malo, Alice? – pregunté con docilidad.
—No hay nada malo – me dirigió una amplia mirada, no compré ni por un segundo sus ojos honestos.
—Bueno, ¿qué hacemos ahora? –
—Esperamos que Carlisle llame –
—¿Y debería haber llamado ya? – pude ver que me encontraba cerca del punto de tensión. Los ojos de Alice revolotearon de los míos al celular que estaba en su bolso de cuero y luego de vuelta a mis ojos.
—¿Qué quiere decir eso? – mi voz tembló y luché por controlarla, - ¿qué quiere decir que todavía no haya llamado? -.
—Solo significa que no nos tienen nada que decir aún – su voz era demasiado evidente y de pronto se me hizo difícil respirar.
—Bella – dijo Jasper con una calmante voz sospechosa – no tienes nada de lo que preocuparte. Estás a salvo aquí –
—¿Tú crees que es por eso que estoy preocupada? – pregunté con incredulidad
—¿Qué otra preocupación tendrías? – él también estaba sorprendido. Quizás había sentido el tenor de mis emociones, pero no pudo leer las razones bajo ellas.
—Escuchaste lo que dijo Laurent – mi voz era lenta, pero me podían escuchar con facilidad por supuesto. – Dijo que James era letal. ¿Qué pasa si algo va mal y se separan? Si algo le pasara a cualquiera de ellos, Carlisle, Emmett…Edward…- tragué con dificultad. – Si esa salvaje mujer hiere a Carol3 o Esme…- mi voz empezó a crecer mientras una nota de histeria empezaba a embargarla. - ¿Cómo podría vivir sabiendo que fue mi culpa? Ninguno de ustedes debería arriesgarse por mí…-.
—Bella, Bella, para – me interrumpió rápidamente. – Te estás preocupando de las cosas equivocadas, Bella. Confía en mí en esto, ninguno de nosotros estamos en peligro. Estás bajo mucha tensión con esto, no le añadas preocupaciones totalmente innecesarias. Escúchame…- porque miré hacia otro lado, - nuestra familia es fuerte.
—Nuestro único miedo es perderte -.
—Pero porque ustedes deben…- Alice me interrumpió esta vez, tocando mi mejilla con sus fríos dedos.
—Ha sido casi un siglo que Edward ha estado solo. Ahora que te encontró, nuestra familia está entera. ¿Crees que alguno de nosotros podría mirarle a la cara por los próximos cien años si te pierde?-.
Mi culpabilidad disminuyó poco a poco mientras veía en sus negros ojos. Pero, aunque la calma se había extendido por mi cuerpo, sabía que no podía confiar en mis sentimientos con Jasper presente.

Nota de Stephenie: Este pedazo fue cortado del epílogo original. A pesar de que voy a explicar brevemente la historia de Emmett en el capítulo 14 “Mente sobre materia”, en verdad extraño no contarlo de forma detallada con sus propias palabras.

Emmett y el Oso

Me sorprendí al encontrar creciendo un parentesco entre Emmett y yo, especialmente desde que fue alguna vez para mí, el más espantoso de todos ellos. Tenía que ver en cómo ambos fuimos escogidos para unirnos a la familia; ambos fuimos amados, y nosotros también les amábamos, mientras éramos humanos, a pesar de que fue muy breve para él. Emmett solo recordaba. Él era el único entendía el milagro que Edward me había dejado.
Hablamos sobre eso por primera vez una noche mientras holgazaneábamos en los ligeros sillones del salón principal, Emmett calladamente me entretenía con recuerdos que eran mejores que los cuentos de hadas, mientras Edward se concentraba en el canal de comida. Había decidido que debía aprender a cocinar, para mi incredulidad, y estaba intentando hacerlo sin tener que oler ni probar la comida. Después de todo, había algo que no venía naturalmente de él. Su ceño se fruncía mientras el célebre chef condimentaba otro plato de acuerdo al sabor. Reprimí una sonrisa.
—Él estaba terminando de jugar conmigo ahí, y sabía que iba a morir – recordó Emmett suavemente, terminando el cuento de sus años humanos con la historia del oso. Edward no nos prestaba atención; ya lo había escuchado antes.
– No me podía mover, y mi consciencia se estaba yendo, cuando escuché algo que me hizo pensar que era otro oso. Supuse que era una pelea por quien conseguiría mi cadáver. De pronto sentí que estaba volando. Creí que había muerto, traté de abrir mis ojos de cualquier manera. Y entonces la vi, su cara era increíble en mi memoria; me gustó enseguida, y supe que estaba muerto. Ni siquiera me importaba el dolor, intenté mantener mis ojos abiertos, no quería perderme ni por un segundo la cara del ángel. Estaba delirando, por supuesto, preguntándome por qué no habíamos llegado al cielo aún, pensando que debía estar más lejos de lo que creía. Esperé a que ella tomara vuelo, y entonces me trajo a Dios-. Él rió profundamente para luego dar paso a su explosiva risa. Pude comprender fácilmente su suposición.
—Creí que lo que pasó luego era por mi juicio. Tuve un poco de mucha diversión en mis veinte años humanos, así que no me sorprendieron las llamas del infierno -. Rió de nuevo, a pesar de que yo temblé; los brazos de Edward se apretaron a mi alrededor inconscientemente.
– Qué sorpresa la mía cuando vi que el ángel no se había ido. No podía entender como algo tan hermoso tuviera permitido quedarse en el infierno conmigo, pero estaba agradecido. Cada cierto tiempo Dios venía a verme, tenía miedo de que se la llevara pero nunca lo hizo. Empecé a pensar que quizás esos que predicaban acerca de un Dios misericordioso tenían razón después de todo. Y entonces el dolor se fue…y me explicaron todo. Se sorprendieron con lo poco que me turbó el asunto de los vampiros. Pero si Carlisle y Rosalie, mi ángel, eran vampiros, ¿qué tan malo podía ser? -. Yo asentí completamente de acuerdo mientras continuaba.
– Tuve un poco más de problemas con las reglas…- se rió en silencio.
– Estuviste muy ocupado preocupándote por mí al principio, ¿no?
– Emmett le dio un codazo juguetón al hombro de Edward logrando mecernos a ambos.
Edward resopló sin apartar la vista de la televisión.
—Así que verás, el infierno no es tan malo si tienes un ángel contigo – me aseguró.
– Cuando acepte lo inevitable, vas a estar bien -.
El puño de Edward se movió tan suavemente por la parte de atrás del sillón, que no me di cuenta qué era lo que había golpeado a Emmett. Los ojos de Edward no dejaron nunca la pantalla.
—¡Edward! – le regañó horrorizada.
—No te preocupes, Bella – Emmett estaba tranquilo de vuelta en su asiento.
–Sé dónde encontrarlo -. Miró por encima de mí el perfil de Edward.
–Tienes que dejarla alguna vez – le amenazó. Edward simplemente gruñó en respuesta sin mirarlo.
—¡Chicos! –llamó la voz reprobatoria de Esme bruscamente mientras bajaba las escaleras.

Nota de Stephenie: Esta sección es la peor autosatisfacción. Solamente estaba teniendo la inspiración de toda esa cosa rosa-arcoiris-y-arcos de chicas con lo de la graduación. Entren bajo su propio riesgo.

Graduación Extendida Remix

—¿Cuándo me vas a decir que está pasando, Alice?
—Ya vas a ver, sé paciente – ordenó sonriendo abiertamente
Estábamos en mi camioneta pero, ella iba conduciendo. Tres semanas más y estaría fuera de tener que caminar con el yeso, y entonces sería más firme en sacarme de encima el negocio de choferes1. Me gustaba conducir.
Estábamos a finales de mayo, y de alguna manera la tierra alrededor de Forks estaba encontrando maneras de ser aún más verde de lo usual. Era hermoso, por supuesto, y yo estaba creciendo de alguna manera reconciliada con el bosque, en mayor parte por pasar más tiempo ahí de lo usual. La naturaleza y yo todavía no éramos buenas amigas, pero nos estábamos acercando.
El cielo estaba gris, pero también eso era bienvenido. Era un gris nacarado no del todo severo, sin lluvia y estaba casi lo suficientemente caliente para mí. Las nubes eran espesas y seguras, el tipo de nubes que eran agradables para mí por la libertad que garantizaban.
Pero, a pesar del agradable entorno, yo me sentía molesta. En parte por la extraña conducta de Alice. Ese sábado en la mañana había insistido en tener un día de chicas, y ahora me estaba llevando a Port Angels para hacernos manicure y pedicure. Cuando llegamos se negó a dejarme tener el modesto rosado que quería, y le ordenó a la manicurista a ponerme en cambio un rojo oscuro y brillante, incluso fue tan lejos que insistió que tuviera los mismos tonos en mis pies.
Luego me llevó a comprar zapatos, a pesar de que yo solo podía tratar de pagar la mitad de cada par. A pesar de mis vigorosas protestas, me trajo un par de lo más poco práctico, unos caros tacones Stiletto2, se veían peligrosos, sostenidos por solo un grueso satén color arcoíris que cruzaban sobre mi pie y se apretaba en un amplio arco bajo mi tobillo. Eran de un profundo color azul jacinto, traté de explicarle en vano que no tenía nada con lo que pudiera ocuparlos. Aun con mi ropa que vergonzosamente me compró ella en L.A, muchas de ellas muy brillantes para usarlas en Forks, estaba siendo positiva en que no tenía nada en ese tono. E incluso si tuviera justo ese tono escondido en alguna parte de mi armario, mis ropas no hubieran combinado con los tacones Stiletto. Yo no hubiera combinado con los tacones Stiletto, apenas podía caminar seguramente en calcetines. Pero mi inexpugnable lógica estaba gastada con ella. Ni siquiera me discutió de vuelta.
—Bueno, no son Biviano3, pero tienen que servir –murmuró incomprensiblemente, y entonces no hablaría más hasta que liberó su tarjeta de crédito antes los aterrados empleados.
Me llevó a almorzar a uno de esos restaurantes de comida rápida que te pasan la comida a través de una ventana, diciéndome que tenía que comer en el auto pero se negó a explicarme el porqué la prisa. Además, camino a casa tuve que recordarle muchas veces que mi camioneta simplemente no era capaz de actuar como los autos deportivos, aun con las modificaciones de Rosalie, y que por favor le diera un poco de respiro al pobre. Usualmente Alice era mi chofer preferido. Parecía que no se aburría manejando a meros veinte o treinta millas por sobre el límite de velocidad, algo que algunas personas no podían hacer.
Pero, por supuesto la obvia agenda secreta de Alice era solo la mitad del problema. También estaba patéticamente ansiosa porque no había visto a la cara de Edward en casi seis horas y eso era un record en los últimos dos meses.
Charlie se había puesto difícil, pero no imposible. Cuando Edward volvió a casa se reconcilió con su constante presencia, encontrando nada con lo que quejarse cuando nos sentábamos en la mesa de la cocina a hacer las tareas, parecía que incluso disfrutaba la compañía de Edward mientras gritaban juntos a los juegos de ESPN. Pero no había perdido nada de su original severidad cuando sostenía con gravedad la puerta a las 10 en punto cada noche para Edward. Por supuesto, Charlie era completamente inconsciente de la habilidad de Edward de devolver el auto a su casa y estar de vuelta para escalar a mi ventana, en menos de diez minutos.
Era mucho más agradable con Alice, algunas veces incluso vergonzoso. Obviamente, hasta que no se cambiara el voluminoso yeso que llevaba en la pierna por algo más manejable, necesitaba la ayuda de una mujer. Alice era como un ángel, una hermana; todas las noches y todas las mañanas aparecía para ayudarme con mi rutina diaria. Charlie estaba enormemente agradecido de ser relevado del horror de ayudar a su casi adulta hija a ducharse, ese tipo de cosas estaba más allá de su zona de comodidad, y la mía también en realidad. Pero era más que gratitud que Charlie empezara a decirle como apodo, “Ángel”, y que la mirara con ojos perplejos como bailaba sonriente en nuestra pequeña casa iluminándola. Ningún humano podía fallar a ser afectado por su asombrosa gracia y belleza. Y cuando se deslizaba por la puerta cada noche y le decía con afecto “nos vemos mañana, Charlie”, lo dejaba atontado.
—Alice, ¿nos vamos a casa ahora? – pregunté enseguida. Ambas entendíamos “casa” como la casa blanca al lado del río.
— Sí – sonrío abiertamente conociéndome bien - pero Edward no está ahí.Fruncí el ceño. - ¿Dónde está?
—Tenía que hacer unas diligencias.
—¿Diligencias? – repetí inexpresivamente. – Alice,- cambié a un tono engatusador, -por favor dime qué está pasando -.
Sacudió su cabeza mientras seguía sonriendo abiertamente.
—Me estoy divirtiendo mucho – me explicó.
Cuando llegamos a la casa, Alice me llevó al segundo piso, directo a su habitación que tenía un baño- Me sorprendí de encontrar a Rosalie ahí, esperando con una sonrisa celestial, parada detrás de una silla rosa. Una serie de instrumentos y productos de belleza cubría el largo mostrador.
—Siéntate – me ordenó Alice. Lo consideré cuidadosamente durante un minuto, y entonces, me di cuenta de que estaba preparada para usar la fuerza si era necesario, me dirigí cojeando a la silla y me senté con toda la dignidad que pude tener. Rosalie empezó a peinarme de inmediato.—Supongo que no me vas a decir de que se trata todo esto, ¿no? – le pregunté.
— Puedes torturarme – murmuró absorbida en la tarea de peinarme, - pero nunca hablaré -.
Rosalie sostuvo mi cabeza en el lavamanos mientras Alice me lavaba el pelo con un shampoo que olía a menta y uva. Luego me secó furiosamente el pelo enmarañado y luego me roció casi una botella entera de algo más, este olía a pepinos, en mi húmeda masa de pelo y me secó de nuevo.
Luego se combinaron rápidamente a través del desorden; lo que sea que fuera lo que olía a pepinillos, logró que el enredo se comportara. Quizá debería pedir prestado algo de eso. Luego cada una tomo un secador y empezaron a trabajar.
Mientras los minutos pasaban, seguían descubriendo nuevas secciones de pelo mojado, sus caras empezaron a adquirir un tono preocupado. Sonreí regocijadamente. Habían algunas cosas que incluso los vampiros no podían apurar.
—Tiene demasiado pelo – comentó Rosalie con voz ansiosa.
— ¡Jasper! – llamó claramente Alice aunque no fuerte - ¡encuéntrame otro secador! -.
Jasper vino a su rescate con dos secadores más, uno de los cuales apuntó a mi cabeza, profundamente divertido mientras seguían trabajando.
—Jasper…- empecé esperanzadamente.
— Perdón, Bella. No tengo permitido decir nada.
Se escapó agradecido cuando estuvo finalmente secado, y esponjoso. Mi pelo se agrandó tres pulgadas de mi cabeza.
—¿Qué fue lo que me hicieron? -. Pregunté con horror, pero me ignoraron, sacando una caja de rodillos calientes. Intenté convencerlas de que mi pelo no se rizaba, pero me ignoraron, embardunando algo que era de un insano color amarillo en cada selladura, antes de ponerlo en un rizador caliente.
— ¿Encontraste zapatos? – preguntó intensamente Rosalie mientras trabajaban como si la respuesta fuera de vital importancia.
—Sí, son perfectos – dijo Alice con satisfacción
Miré a Rosalie en el espejo, cabeceaba como si un gran peso hubiera sido quitado de su cabeza.
—Tu pelo se ve bonito – me di cuenta. No como si no fuera siempre ideal, pero se lo había levantado esa tarde, creando una corona de suaves rizos dorados en su perfecta cabeza.—Gracias – sonrió. Empezaron con el segundo set de rizadores.
—¿Qué crees del maquillaje? – preguntó Alice.
—Es un sufrimiento – dije. Me ignoraron.
—No necesita mucho, su cara se ve mejor sin nada – reflexionó Rosalie.
—Debe tener lápiz labial – decidió Alice.
—Y máscara y delineador – añadió Rosalie, - sólo un poco -.
Suspiré sonoramente. Alice se rió abiertamente.
—Sé paciente, Bella. Nos estamos divirtiendo -
—Bueno, mientras lo sigan haciendo – murmuré
Tenían todos los rizadores fijados fuerte e incómodamente en mi cabeza.
—Vamos a vestirnos -. La voz de Alice sonó emocionada por la anticipación. Salí con dificultad del baño con mi propio poder porque ella no me espero. A pesar de que me recogió luego y me llevó a la blanca habitación de Rosalie y Emmett. En la cama había un vestido. Azul Jacinto, por supuesto.
—¿Qué piensas? – gorjeó Alice.
Esa era una buena pregunta. Era suavemente frisado, aparentemente pensado para ser llevado muy bajo y de los hombros nacían unas largas mangas que se juntaban en las muñecas. El corpiño era escarpado. La tela color Jacinto y con pálidas flores se plisaba para formar una fina colmena bajando por el lado izquierdo. El material de las flores era largo en la espalda, pero en el frente se abría muchas veces en capas empotradas de suaves colmenas color jacinto, aligerándose en sombra a medida que alcanzaba la longitud inferior del dobladillo.
—Alice – dije casi llorando - ¡no puedo usar eso!-
— ¿Por qué? – exigió saber con voz dura
—¡Se ve toda la parte de arriba! –
—Esto va debajo – Rosalie tenía una mirada siniestra mientras sostenía una pálida ropa azul.
—¿Qué es eso? – pregunté llena de temor.
—Es un corsé, tontita – dijo Alice impacientemente. – Ahora, ¿te lo vas a poner o voy a tener que llamar a Jasper y decirle que te sostenga mientras lo hago yo? – me amenazándome.—Se supone que eres mi amiga – la acusé
—Se amable, Bella – suspiró – no recuerdo cómo era ser humano y estoy tratando de tener algo de de diversión aquí. Además, es por tu propio bien -.
Me quejé y sonrojé mucho, pero eso no las detuvo de meterme en el vestido. Tenía que admitir que el corsé tenía sus ventajas.
—Wow – respiré mirando hacia abajo - tengo hendidura-
— Quién lo hubiera adivinado -, Alice rió en silencio complacida con su trabajo. Aunque, todavía no estaba completamente lista.
—¿No crees que este vestido es un poquito…no lo sé, pasado de moda…para Forks? -. Pregunté vacilante.
Creo que las palabras que buscas son “costura del siglo pasado” – rió Rosalie
—No es para Forks, es para Edward – insistió Alice – es exactamente eso -.
Luego me llevaron de vuelta al baño, sacándome los rizadores velozmente. Para mi estupor, cayeron cascadas de rizos. Rosalie hizo que la espesa melena de rizos se colocara de forma convexa en mi cabeza, y cayera por mi espalda.
Mientras trabajaba, Alice pintó rápidamente una delgada raya negra alrededor de cada ojo, las pestañas rizadas con rimel, y untó cuidadosamente un lápiz labial color rojo oscuro en mis labios. Luego se lanzaron hacia fuera del cuarto y regresaron prontamente con los zapatos.
—Perfecto – respiró Rosalie mientras Alice los sostenía para que fueran admirados.
Alice ató el zapato asesino con experiencia, y luego miró mi yeso con especulación en sus ojos.
—Supongo que hicimos lo que pudimos – sacudió su cabeza tristemente. - ¿No crees que Carlisle nos deje? – le echó un vistazo a Rosalie.
— Lo dudo – respondió Rosalie secamente. Alice suspiró.
Entonces, ambas juntaron sus cabezas animadas.
—Ha vuelto – . Sabía a quién se referían, y sentí vigorosas mariposas en mi estómago.
Él puede esperar. Todavía falta una cosa importante -, dijo firmemente Alice. Me levantó nuevamente, una necesidad, estaba segura de que no podía caminar en ese zapato, y me llevó a su cuarto, donde gentilmente me paró frente a su amplio, largo y dorado espejo.
—Ahí – dijo - ¿lo ves?
Me veía como una extraña en el espejo. Se veía muy alta en el alto zapato, con una delgada y larga línea agarrada al vestido para añadirla a la ilusión. El escote, captó mi atención de nuevo por su inusual e impresionante línea del busto, haciendo ver su cuello muy largo, mientras la columna de brillantes rizos caían por su espalda. El color jacinto de la fábrica era perfecto, recalcando el color rosa de vergüenza de sus mejillas en su cara color marfil. Era bonita, tenía que admitirlo.
—Bueno, Alice – sonreí – ya veo.
— No lo olvides – ordenó.
Me recogió de nuevo y me cargó a lo más alto de las escaleras.
—¡Voltéense y cierren los ojos! – ordenó a los que estaban en el primer piso – y quédense fuera de mi cabeza, no lo arruinen -.
Vaciló, bajando la escalera más despacio de lo usual hasta que pudo ver que él había obedecido. Luego voló el resto del camino. Edward soporto en la puerta, volteado de espaldas a nosotras, muy alto y de negro. Nunca lo había visto de negro antes. Alice me paró derecha, alisando la caída de mi vestido, poniendo un rizo en su lugar, y luego me dejó ahí yéndose a sentar al banco del piano para mirar. Rosalie la siguió para sentarse con ella en la audiencia.
—¿Puedo mirar? – su voz era intensa por la anticipación, hizo que mi corazón latiera de forma desigual.— Sí…ahora- dirigió Alice
Volteó inmediatamente y luego se congeló en el lugar, sus ojos color topacio se abrieron. Pude sentir el calor arrastrándose por mi cuello para luego instalarse en mis mejillas. Él estaba muy hermoso; sentí una punzada del viejo temor, que solo fuera un sueño, imposible de ser real. Estaba usando un smoking, y parecía que estuviera en la pantalla de una película y no al lado mío. Seguí parada a su lado con incrédulamente intimidada.
Caminó lentamente hacia mí, respiró sin apartar la mirada, vacilando a un paso.
—Alice, Rosalie…gracias - Escuché a Alice reír con satisfacción.
Dio un paso adelante, puso una de sus frías manos bajo mi mandíbula y se detuvo para presionar sus labios contra mi cuello.
—Eres tú – murmuró contra mi piel. Se alejó y pude ver que en su otra mano habían flores blancas.
— Fresia – informó mientras las colocaba en mis rizos. – Es completamente redundante estar preocupado en lo que a fragancia se refiere, por supuesto -. Se inclinó hacia atrás para mirarme de nuevo. Me sonrió con su sonrisa para-corazones. – Estás absurdamente hermosa -.
—Te robaste mi línea -, mantuve la voz tan fina como pude – justo cuando me convenzo que eres real, apareces así y tengo miedo de que esté soñando de nuevo -.
Me llevó suavemente a sus brazos. Me sostuvo de cerca la cara mientras sus ojos quemaban a medida que me seguía acercando.
—¡Cuidado con el lápiz labial! – advirtió Alice.
Se rió rebeldemente, pero en cambio dejó caer su boca en el hueco encima de mi clavícula.
—¿Alguien va a decirme alguna vez cuál es la ocasión?
Él rió de nuevo, echando una mirada por sobre su hombro a sus hermanas. -¿No ha adivinado?—No – rió tontamente Alice. Edward rió con gran alegría. Yo fruncí el ceño.— ¿De qué me estoy perdiendo?
—No te preocupes, vas a averiguarlo muy pronto – me aseguró.
—Bájala, Edward, para que pueda tomar una foto –, Esme estaba bajando las escaleras con una cámara plateada en las manos.—¿Fotos? – murmuré mientras él me paraba cuidadosamente en mi pie bueno tambaleante. Estaba teniendo un mal presentimiento de todo esto. - ¿Lo van a mostrar en una película? – pregunté sarcásticamente.
Edward me sonrió abiertamente.
Esme tomó varias fotos de nosotros, hasta que Edward insistió riendo que llegaríamos tarde.
—Nos veremos ahí – dijo Alice mientras él me cargaba a través de la puerta.
— ¿Alice va a estar ahí?¿donde quiera que sea? – me sentí un poco mejor.
—Y Jasper, y Emmett, y Rosalie –
Mi frente se arrugó por la concentración mientras trataba de deducir el secreto. Edward rió disimuladamente ante mi expresión.
—Bella – llamó Esme – tu padre está en el teléfono.
— ¿Charlie? – preguntamos simultáneamente Edward y yo. Esme me trajo el teléfono, cuando trató de pasármelo a mí, él se lo arrebató sosteniéndome fuertemente con un brazo.
—¡Hey! – protesté, pero él ya estaba hablando.
—¿Charlie? Soy yo. ¿Pasa algo malo? – sonaba preocupado. Mi cara palideció. Pero luego su expresión cambio a una de diversión y repentina maldad.
—Dale el teléfono, Charlie…déjame hablar con él – lo que sea que estuviera pasando, Edward estaba divirtiéndose mucho para que Charlie estuviera en peligro. Me relajé un poco.
—Hola, Tyler, soy Edward Cullen -, su voz sonaba amigable, al menos en apariencia. Yo le conocía bastante bien para captar el leve rastro de amenaza. ¿Qué hacía Tyler en mi casa? La terrible verdad cayó de a poco en mí.
—Lamentó si ha habido alguna clase de malentendido, pero Bella no está disponible esta noche -. El tono de Edward cambió, y la amenaza en su voz se hizo de pronto mucho más evidente a medida que continuaba. – Para ser perfectamente honesto, no va a estar disponible ninguna noche para nadie más que no sea yo. No te ofendas. Lamento lo de tu noche -. Sonó como si no lo sintiera en absoluto. Y luego cerró el teléfono de golpe mientras una enorme sonrisa se extendía por su rostro.
—¡Me estás llevando al baile de fin de curso! – le acusé furiosa. Mi cara y cuello empezaron a enrojecer por el enojo. Pude sentir como las lágrimas producidas por la rabia llenaban mis ojos.
No estaba preparado para una reacción tan fuerte, eso estaba claro. Apretó sus labios y sus ojos se oscurecieron.
—No te pongas difícil, Bella.
— Bella, vamos todos – dijo de pronto animadamente por sobre mi hombro Alice.
—¿Por qué me están haciendo esto? – quise saber.
—Será divertido – Alice todavía estaba brillantemente optimista.
—Pero Edward se inclinó para murmurar en mi oído, su voz era de terciopelo y seria.
– Eres humana solo una vez, Bella. Hazlo por mí -.
Entonces desató toda la fuerza de sus chamuscados ojos dorados en mí, apartando mi resistencia con su calidez.
—Bien – dije poniendo mala cara, incapaz de fulgurarlo con la mirada como efectivamente me hubiera gustado hacerlo, - voy a ir despacio. Pero vas a ver,- le previne enojada, - esta es la mala suerte por la que te has estado preocupando. Probablemente me rompa la otra pierna. ¡Mira este zapato! ¡es una trampa mortal! – levanté mi pierna buena para reforzar mi idea.
— Humm – miró atentamente mi pierna más tiempo del necesario, y luego miró a Alice con ojos brillantes, - de nuevo, gracias -.
—Van a llegar tarde donde Charlie – le recordó Esme.
—Bueno, vamos – me balanceó a través de la puerta.—¿Charlie está al tanto de esto? – pregunté a través de mis dientes apretados.
—Por supuesto – sonrió abiertamente.
Estaba preocupada, así que no me di cuenta al principio. Estaba vagamente conciente de estar en un auto plateado, y asumí que era el Volvo. Pero entonces se inclinó tan bajo para sentarme que pensé que estaba sentada en el suelo.
—¿Qué es esto? – pregunté sorprendida por encontrarme en un espacio tan poco familiar. - ¿Dónde está el Volvo? –
— El Volvo es mi auto de todos los días – me dijo cuidadosa y aprehensivamente de que lanzara otro problema.—¿Qué piensa Charlie? – sacudí mi cabeza con desaprobación mientras se subía y encendía el motor que ronroneó.
—Oh, la mayor parte de la población de Forks piensa que Carlisle es un ávido coleccionista de autos -. Aceleró a través del bosque directo a la carretera.
—¿Y no lo es?
—No, eso es más un hobby. Rosalie colecciona autos también, pero prefiere tontear alrededor con sus motores que manejarlos. Hizo mucho trabajo en este para mí.
Aún me preguntaba por qué estábamos volviendo a casa de Charlie cuando nos estacionamos en la entrada. La luz del pórtico estaba encendida, a pesar de que no había llegado el crepúsculo. Charlie debe estar esperando, probablemente estaba echando una ojeada a través de las ventanas. Empecé a ruborizarme, preguntándome si la primera reacción de mi padre del vestido sería similar a la mía. Edward rodeó el auto, lentamente para él, para llegar a mi puerta, confirmando mis suposiciones de que Charlie estaba viendo.
Luego, a medida que Edward me sacaba cuidadosamente del pequeño auto, Charlie de forma poco habitual, salió, avanzando por el jardín para saludarnos. Mis mejillas empezaron a calentarse; Edward se dio cuenta y me miró de manera inquisidora. Pero no necesitaba preocuparme, Charlie no me había visto.
—¿Es eso un Aston Martin? – le preguntó a Edward con voz reverente.
— Sí, el Vanquish – las esquinas de su boca se curvaron, pero lo controló. Charlie liberó un bajo silbido.
—¿Quieres probarlo? – Edward sostuvo la llave frente a sus ojos.
—Los ojos de Charlie finalmente dejaron el auto. Miró a Edward de forma incrédula, coloreado por una pequeña indirecta de esperanza.
—No – dijo, poco dispuesto - ¿Qué diría tu padre?
—A Carlisle no le importaría – dijo sinceramente Edward riendo – Adelante -. Dejó las llaves en la dispuesta mano de Charlie.
—Bueno, solo una vuelta rápida…- Charlie ya estaba acariciando el parachoques con una mano. Edward me ayudó en mi dificultoso caminar a la puerta principal, me tomó en sus brazos tan pronto estuvimos dentro, y me llevó a la cocina.
—Eso salió bien – dije. – No tuvo la oportunidad de horrorizarse por el vestido -.
—Edward parpadeó. – Yo no pienso eso -, admitió. Sus ojos recorrieron mi vestido de nuevo con expresión crítica. – Supongo que es una buena idea que no hayamos llevado la camioneta, clásica o no -.
Desvié la mirada de su cara de mala gana, lo suficiente para darme cuenta que la cocina estaba inusualmente arreglada. Habían velas blancas en la mesa, muchas, quizás veinte o treinta. La vieja mesa estaba adornada por un largo mantel blanco, como también dos sillas. - ¿Es esto en lo que estuviste trabajando hoy? -.
No, esto solo tomó medio segundo. Fue la comida lo que me tomó todo el día. Sé cómo encuentras el estilo de los restaurantes de moda, no es que aquí hayan muchas opciones que caigan en esa categoría, pero decidí que no podrías quejarte siendo tu propia cocina -.
Me sentó en una de las blancas sillas envueltas, y empezó a montar cosas fuera del refrigerador y el freezer. Me di cuenta de que solo había cubiertos para una sola persona.
—¿No vas a alimentar a Charlie también? Está obligado a venir a casa eventualmente.
— Charlie no puede dar ningún otro mordisco, ¿quién crees que fue el que probó todo? Tenía que estar seguro que todo esto era comestible -. Puso un plato frente a mí, lleno de cosas que se veían bastante comestibles. Suspiré.
—¿Sigues enojada? – tomó la otra silla y la llevó alrededor de la mesa para poder sentarse junto a mí.
—No. Bueno, sí, pero no en este momento. Solo estaba pensado; ahí va, la única cosa que puedo hacer mejor que tú. Esto se ve increíble -. Suspiré de nuevo.Él rió en silencio.
– No lo has probado aún, sé optimista, quizás este horrible -.
Di un mordisco, hice una pausa, e hice una cara.
—¿Está horrible? – preguntó en shock.
— No, está fabuloso naturalmente.
—Eso es un alivio,- sonrió, tan guapo. – No te preocupes, todavía hay muchas cosas en las que eres mejor -.
—Nombra siquiera una.
No contestó a la primera, solo hizo correr de forma delicada su frío dedo a lo largo de la línea de mi mandíbula, sosteniendo mi mirada fija con ojos sofocados, hasta que sentí mi piel quemarse y enrojecer.
—Eso es, - murmuró, tocando el sector carmesí de mi mejilla. – Nunca he visto a nadie ruborizarse tan bien como tú -.
— Genial,- fruncí el ceño. – Reacciones involuntarias, algo de lo que puedo estar orgullosa -.
—También eres la persona más valiente que conozco.
—¿Valiente? – mofé.
—Pasas todo tu tiempo libre en compañía de vampiros; eso pone nerviosas a las personas. Y tú no vacilas al arriesgarte a estar cerca de mis dientes…-Sacudí mi cabeza. – Sabía que no se te ocurriría algo -.Rió. – Es en serio, sabes. Pero no importa. Come -. Tomó el tenedor por mí, impaciente, y empezó a alimentarme. Por supuesto, la comida estaba perfecta.
Charlie llegó a casa cuando casi había terminado. Observé su cara cuidadosamente, pero estaba de suerte, estaba demasiado mareado por el auto para darse cuenta cómo estaba vestida. Le devolvió las llaves a Edward.
—Gracias, Edward, - sonrió como en un sueño. – Ese sí que es un auto -.
— De nada -.—¿Cómo salió todo? – Charlie miró mi plato vacío.—Perfecto – suspiré.
—Sabes, Bella, deberías dejar que practique cocinando para nosotros de nuevo alguna vez -. Insinuó.—Le di a Edward una mirada siniestra. – Estoy segura que lo hará, papá -.
No fue hasta que estábamos saliendo por la puerta que Charlie despertó completamente. Edward tenía su brazo alrededor de mi cintura, para soportar mi cuerpo y nuestro balance, mientras caminaba dificultosamente con el inestable zapato.
—Um, te ves…muy crecida, Bella -. Pude escuchar el comienzo de su preparación paternal de desaprobación.
— Alice me vistió. No pude opinar mucho.
Edward rió tan bajo que solo yo lo pude oír.
—Bueno, si Alice…- perdió el hilo de lo que iba a decir, de algún modo calmado. – Te ves bonita, Bella -. Hizo una pausa y pude ver un destello astuto en sus ojos. – Así que, ¿debería esperar a que algún otro joven en smoking se aparezca por aquí? -.
Yo gemí y Edward rió disimuladamente. No pude comprender como alguien podía ser tan obvio como Tyler. No era como si yo y Edward fuéramos disimulados en la escuela. Llegábamos y nos íbamos juntos, me llevaba a todas mis clases, me sentaba con él y su familia todos los días al almuerzo, y tampoco era tímido respecto a besarme en frente de testigos. Tyler claramente necesitaba ayuda profesional.
—Eso espero – Edward le sonrío abiertamente a mi papá. – Hay un refrigerador lleno de restos, diles que se ayuden a sí mismos.
— No lo creo, esos son míos – murmuró Charlie.
—Toma los nombres por mí, Charlie – probablemente el rastro de amenaza en su voz era solo audible para mí.
—¡Oh, basta! – ordené.
Agradecida, llegamos finalmente al auto y nos fuimos

2 comentarios:

  1. gracias........por que lo eliminaron.....

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  2. gracias...aunque no todo lo debieron eliminar..algunas cosas que eliminaron si valian la pena..

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